Incendios despiadados, temporales titánicos que arrasan ciudades enteras, desiertos sobrevenidos, cielos tapiados de humo, plásticos, plásticos y plásticos por todas partes, plásticos hasta en las tripas.Pareciera que este año pandémico no sólo nos haya cerrado a cal y canto la boca con las mascarillas, sino también ojos y oídos a fin de olvidarnos por momentos de las otras pandemias que ya estaban, que ya persistían en el tiempo y que crecían y crecían como una sombra de putrefacción: la crisis climática, como la llaman algunos, o un fin del mundo autoinfligido, como también se podría entender, carcome sin tregua todo aquello que conocemos.Desde el lenguaje abstracto y simbolista que nos caracteriza, hemos querido reflexionar sobre esta maldición elegida, este apocalipsis hecho a posta, para que, a pesar de la adversidad, no nos olvidemos de que Planeta Tierra no hay más que uno, y que nos va la vida en evitar que los árboles mueran.

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