Mary Shelley, una luchadora por la igualdad
¿Quién fue Mary Shelley? ¿Cómo puede una mujer del siglo XIX convertirse en ejemplo para las personas jóvenes del siglo XXI? ¿Es Frankenstein o el moderno Prometeo una novela feminista?
Son muchas las preguntas que pretendemos hacernos en #LaFórmulaSecreta, pero hoy queremos destacar a uno de los ejes de nuestra propuesta de ocio educativo entorno a la lectura: Mary Shelley, creadora del mito de Frankenstein. Elia Barceló, autora de El efecto Frankenstein (novela en torno a la cual gira toda la experiencia de #LaFórmulaSecreta) dice de ella en esta entrevista que “cuando escribió Frankenstein tenía dieciocho años, era soltera y se acababa de fugar con un hombre casado, padre de su hijo. Hoy esto puede resultar poco llamativo, pero en su época era de una valentía rayana en la locura”.
Mary Shelley fue la hija de la filósofa Mary Wollstonecraft y del filósofo y periodista William Godwin. Su madre, fallecida en el parto, es considerada una de las filósofas feministas más importantes de la historia gracias, entre otras, a su pionera obra Vindicación de los derechos de la mujer donde, frente al extendido tópico de la innata superficialidad y estupidez de las mujeres, que defendían pensadores como Rousseau, sostenía que era, en todo caso, la inevitable consecuencia de la deficiente educación que recibían las mujeres, dirigida a imposibilitar o socavar su autonomía y a convertirlas en mero complemento de los hombres.
Pocos saben todavía que su hija, Mary, comprometida profundamente con la lucha por los derechos y la igualdad de la mujer e influenciada por la personalidad libertaria de su madre, creó Frankenstein no como una mera crítica al cientificismo de su época, sino como una terrible alegoría de un mundo y una educación sin mujeres, y toda su obra posterior está atravesaba por su compromiso por los valores de la igualdad. La vida de Mary Shelley es un ejemplo de coraje e independencia, la historia de una lucha tenaz por conseguir ser ella misma y lograr y mantener su autonomía, su libertad, y el derecho a que su voz fuese tenida en cuenta en las discusiones artísticas, sociales y políticas de su época. Durante toda su vida, Mary Shelley se esforzó por conservar su independencia económica y creativa, y también por firmar sus obras con su propio nombre, un privilegio que le fue vedado en muchas ocasiones.
Su vida es una muestra de valor y tenacidad, y en ella, con ella y a través de la lectura de El efecto Frankenstein y la participación en #LaFórmulaSecreta, las personas jóvenes descubrirán una inspiración maravillosa para sus retos y objetivos presentes y futuros.
¡Larga vida a Mary Shelley!
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